Cae sobre mi cuerpo debilitado una diáfana luz de imágenes que me cobijan. Cierro los ojos al espanto para abrirlos al interior más puro, al mismo interior del desgarro, de la necesidad, de la urgencia, del desborde, del deseo.
Trato de ver un pasado que se desdibuja como si solo existiese presente, presente arrasado por la ráfaga invisible de la nada.
Como premoniciones de mi futuro, no logro ver más allá de nada.
El amor es eso que fue alguna vez, el alma es eso que tuve viéndome en tus ojos, la felicidad fueron los años que tuve en alguna era arcaica de mi pecho.
Y si el fracaso más grande es no intentar ser feliz, como explico que ni siquiera buscar no fracasar me frustra.
La carne se ensaña con mi pensamiento demandando llenarse de vida, el pensamiento se disputa con la razón tal requerimiento, la razón se enfrenta al deseo como necesidad: la necesidad pugna y se hace pulsión… Y busco en sitios equivocados por temor a enfrentarme a mi misma.
Sueño esos ojos que se hicieron de mi sangre, acaricio los cabellos que engendré, me detengo en cada facción que el tiempo modificó.
Mi cuerpo se inflama de necesidad, y mi piel se eriza de carencia, mi pecho se ahoga de música, mis manos se hamacan, el cielo se abre par regar a la tierra,